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¿Qué es la Literatura?




¿QUÉ ES LA LITERATURA?







Cuando se intenta definir qué es literatura nos pasa como cuando intentamos atrapar el agua con nuestras manos: el concepto, la idea, se nos escurre entre los dedos. Es complejo porque la literatura puede ser leída desde múltiples perspectivas disciplinarias (por ejemplo, puede ser abordada desde los estudios propiamente literarios, desde la historia, desde la psicología, desde la filosofía, desde la sociología, desde la semiótica, etc), puede ser clasificada según su género o tipo discursivo: lírico (poesía), dramático (teatro), en prosa (cuento, novela), prosa poética; puede ser agrupada en función de los movimientos literarios: literatura clásica, barroca, neoclásica, romántica, gótica, realista, naturalista, modernista, gauchesca, vanguardista, posmodernismo; o en función del género literario al que pertenece una obra: género fantástico, ciencia ficción, género realista, género policial, crónica, género maravilloso. Eso si la obra puede ser ubicada sin discusión en un solo género, porque suele ocurrir que muchas obras son difíciles de encasillar en un género, dado que combinan varios elementos de diversos géneros literarios.
Puede ser clasificada también en relación a los temas que aborda: épico, mítico, alegórico, paródico, gauchesco, maravilloso, de terror, de realismo mágico, etc.
También puede ser clasificada o leída con un criterio estructuralista, formalista, dialéctico, funcionalista, etc, según la escuela literaria a que pertenezca el crítico literario que pretende atrapar el agua con sus dedos.   
En general, cuando pensamos en esta pregunta, solemos pensar en un por qué y a veces en un para qué existe la literatura. 


               







 Comencemos a desenredar un poco el asunto:
El crítico literario británico, Terry Eagleton, propone cuatro formas de definir la literatura
1.       La Literatura es ficción, es un discurso ficcional.
Entendemos por “ficción” aquello que es producto de la imaginación, que no es real. Puede ser verídico, pero no real. Los textos literarios son ficción, es decir, no están sujetos a la realidad. Toda ficción propone un pacto de lectura al lector/espectador, quien comprenderá que lo que está leyendo o viendo no está ocurriendo en la realidad, a diferencia de lo ocurrido al gaucho del Fausto, poema gauchesco de Estanislao del Campo, autor que se mofó de los gauchos, tildándolos de “brutos” en esta historia donde un gaucho debe ir a la ciudad a realizar un trámite y desconoce que lo que está viendo es una representación teatral de la obra Fausto, y cree que el “mandinga” (diablo) está ahí y es real.
Toda obra se escribe para crear mundos diferentes desde las convenciones del género y del mundo en que se crea esa obra. Todo texto crea un mundo posible en función de unas leyes lógicas internas. De ahí que, en función de la Teoría de los mundos posibles, la obra podrá darse en un mundo ficcional verosímil y mimético, es decir, que imite el funcionamiento del mundo real y lo traslade al mundo literario (un texto realista, una novela histórica, incluso algunos relatos fantásticos, etc); o bien, un modelo de ficción no verosímil (algunos textos fantásticos o maravillosos), en el cual se suprimen o modifican las convenciones de la realidad y que, incluso, pueden romper con algunas leyes naturales.
Literatura es un uso específico del lenguaje.
2.       La Literatura es un discurso no pragmático; no tiene utilidad práctica
Definimos literatura a partir del uso del texto, no en función de estructuras internas. Se trata de un tipo de texto sin fin práctico, que consumimos por puro placer estético: encontramos placer en la combinación de sonidos, en el ritmo con que nos cuentan una historia, etc.
Según el uso que le damos a un texto, ese texto va a ser una cosa u otra. Que sea el lector quien determine la propiedad del texto, implica que no se puede partir de un patrón para clasificar la literatura. La idea de literatura ha variado a lo largo de la historia. Esta definición está planteada desde el uso y nos ayuda a discernir qué es literatura y qué no. Por ejemplo, una nota periodística no es literatura, como tampoco lo es un editorial que hable sobre la Revolución de Mayo, pero sí lo es una novela histórica que aborde ese acontecimiento verídico. Una receta de cocina o un manual de un electrodoméstico tiene un fin práctico y tampoco es literatura, ¿pero qué pasa entonces con los textos instructivos que leímos de Julio Cortázar? El autor juega y experimenta con el formato del texto de instrucciones, y esa búsqueda, esa intención es lo que lo convierte en literario.
Podemos disentir con Eagleton, si pensamos en ciertos textos literarios que han sido escritos no sólo para entretener al lector, sino que han sido producidos con una intencionalidad específica, ya sea para despertarlo de su letargo (un gran ejemplo de ello es El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, de Cervantes) o para hacerlo reflexionar acerca del presente, y cómo este nos llevará a un futuro poco feliz (la ciencia ficción se ocupa de estos problemas, en novelas como Un mundo feliz, de Aldous Huxley o 1984, de George Orwell), o bien, para denunciar atrocidades del presente (El gaucho Martín Fierro, de Hernández, o Antígona furiosa, de Griselda Gambaro), entre otras tantas intencionalidades posibles. Es verdad que intención y finalidad no son la misma cosa, pero cuando una obra es creada pensando en causar ciertos efectos, y si finalmente los cumple, hemos aquí la función de una determinada obra literaria.
3.       La Literatura es un uso específico del lenguaje
Lo que nos ayuda a distinguir si un texto es literario o no es la forma propia y específica del lenguaje, es decir, los recursos lingüísticos que pone en juego, las figuras retóricas (metáforas, comparaciones, paradojas, ironías, etc). Esa especificidad del lenguaje es la responsable de que cuando leemos literatura, sepamos identificarla como tal.
Debemos esta definición a los críticos que fundaron el Formalismo Ruso, primer escuela de Estudios Literarios. Uno de estos críticos, Voloshinov, concibe a la literatura como un discurso que hace un uso anómalo de la lengua, ya que se desvía de sus reglas, las transgrede y las omite a través de los recursos retóricos que muchas veces rompen las estructuras gramaticales, como ocurre mayormente en la poesía.
Shklovsky, otro integrante del Formalismo ruso, plantea la teoría de la desautomatización o extrañamiento. El arte nos ofrece una realidad, que puede estar ligada a lo cotidiano, pero nos muestra esa realidad conocida desde una perspectiva diferente, alumbrando, por ejemplo, aquellas cosas que, en la vorágine de nuestra vida hipermoderna y “light”, pasan inadvertidas ante nuestros ojos. De este modo, la literatura nos obliga a abrir más y mejor nuestros sentidos, para percibir el mundo desde otro punto de vista.
Jackobson, también integrante del mismo grupo literario, propuso el término literaturidad para referirse a las características que hacen que un texto se literario.
Sin embargo, para esta corriente literaria, lo que más interesa no es el hecho de construir obras, sino de analizar y estudiar cómo están hechas. El lenguaje del formalismo es la desautomatización: un lenguaje distinto al cotidiano.
No obstante, los formalistas rusos intentaron definir el uso del lenguaje literario, pero no la literatura. Para reconocer el uso del lenguaje que le da el lector a un texto el lenguaje tiene que romper una norma con procedimientos literarios.

4.       La Literatura es un discurso que es valorado extremadamente; de una forma especial.
Aquí, el autor destruye cualquier tipo de acercamiento para definir la literatura. La literatura se define porque alguien dice qué es literatura. Plantea si hay, o no, propiedad en los textos para definirlos como literarios. La literatura no se puede determinar desde un concepto particular.
 "Cualquier cosa puede ser literatura, y cualquier cosa que inalterable e incuestionablemente se considera literatura -Shakespeare, pongamos por caso- puede dejar de ser literatura", afirma Eagleton.
Es imposible describir la literatura con una propiedad objetiva. La literatura es un producto social y variable en el curso de la historia, cuya definición está sujeta a los valores y juicios de los grupos que detentan el poder.

Ø  Comprobemos ahora la validez de la última afirmación del apunte leído, mediante la lectura de una selección arbitraria, pero variada, de algunos autores que intentan definir qué es la literatura:

TZVETAN TODOROV (lingüista, filósofo, crítico y teórico literario ruso): “La literatura es un medio de tomar posición frente a los valores de la sociedad; digamos de una vez que es ideología. Toda literatura ha sido siempre ambos: arte e ideología” 
En otras palabras, para entenderlo mejor, Terry Eagleton sostiene que todos los lectores “ocupan una posición social e histórica, y la forma en que interpretan las obras literarias depende en gran parte de este hecho”

JOAQUÍN XIRAU (filósofo y pedagogo español): “La literatura, como el arte, es una de las formas más altas de conciencia, es una forma de conocimiento y de autorreconocimiento”

MARÍA MOLINER (filóloga española): “La literatura es el arte que emplea la palabra como medio de expresión, la palabra hablada o escrita”

STENDHAL (novelista francés): “Literatura es el ansia de la inmortalidad: escribir es el deseo de ser leído. Se escribe para la posteridad”

ABELARDO CASTILLO (escritor argentino): “Leer es un acto decisivo para la comprensión del mundo en que vivimos. Leer es descifrar una intrincada escritura que nos circunda y nos rige. Es el hilo para encontrar el camino hacia nuestra libertad. La instrumentación de la ignorancia es el arma más formidable para aniquilar la libertad de un pueblo”

MEMPO GIARDINELLI (periodista y novelista argentino): “El papel de la literatura es más importante de lo que comúnmente se piensa. Es en la obra de los literatos y no en los diarios, revistas o informativos de televisión, donde se comprende y se entiende en profundidad lo que sucedió y lo que sucede”
ANALÍA GERBAUDO, autora argentina, define a la literatura como un fenómeno social, al referirse a la literatura argentina del siglo XIX, la cual, afirma: “nos pobló de referencias para otorgarnos identidad pero también falsos estereotipos”.

IMPORTANTE:
Es indispensable tener en cuenta que en nuestras clases hablaremos siempre del texto y su contexto: no puede leerse de forma completa una obra, abstrayéndola o separándola de su contexto.
                También resulta fundamental tener en cuenta uno de los conceptos que serán centrales este año, y los que siguen, para poder estudiar con fundamento esta asignatura, porque sobre él, de algún modo se construye la historia literaria. Hablamos del concepto de INTERTEXTUALIDAD, postulado por el lingüista ruso Mijail Bajtin. La palabra “intertextualidad” proviene del latín y hace referencia al diálogo, necesario e inevitable, que se da entre obras literarias, autores, personajes, situaciones y mundos creados en otras obras. La mayoría de los textos establecen algún tipo de relación intertextual con otros. Los escritores, antes de ser escritores, han sido y son grandes lectores, con preferencias, admiraciones y gustos bien marcados por determinados estilos literarios y autores. De modo que es casi imposible que en una obra no aparezca nombrada explícita o implícitamente otro texto, ya sea a modo de alusión, mediante el nombre de algún personaje, por ejemplo, mediante una cita textual o un epígrafe. Existen diversos tipos de intertextualidad:

1. Intratextualidad: relación de un texto con otros escritos por el mismo autor

2. Extratextualidad: relación de un texto con otros no escritos por el mismo autor.

3. Interdiscursividad (o “intermedialidad”): relación semiológica entre un texto literario y otras artes (pintura, música, cine, canción etcétera)

4. Metatextualidad: relación crítica que tiene un texto con otro.

5. Paratextualidad: relación de un texto con otros textos de su periferia textual: títulos, subtítulos, prólogos, epígrafes, etc.

6. Architextualidad: relación genérica o género literario: la que emparenta textos en función de sus características comunes en géneros literarios, subgéneros y clases de textos.

7. Hipertextualidad: "toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto) a un texto anterior A (que llamaré hipotexto) en el que se inserta de una manera que no es la del comentario" (Gerard Genette). Este tipo de intertextualidad es la que emplea la parodia.


¿Por qué leer?

MICHELLE PETTIT (socióloga y antropóloga francesa): “Leer no nos separa del mundo. Nos introduce en él de manera diferente (…)  La lectura es un espacio donde los lectores pueden construirse o descubrirse a sí mismos.”

¿Cuál es el rol del lector de textos literarios?

El lector puede aceptar todo lo que el libro le diga, sin discutir ni sospechar ni refutar nada. En fin, puede hacer una lectura lineal, ingenua, superficial y literal de la obra. Ese tipo de lectura es la que buscamos erradicar: vayamos más allá de lo que el texto dice en forma literal, leamos entre líneas, teniendo en cuenta el contexto, es decir, el momento histórico, social, cultural y político en que fue producido, qué nos dice. Claro que hay obras más llanas, más simples y más directas que otras; pero hay obras literarias (y estas son las que nos interesan) que no admiten una lectura distraída y superflua, sino que le exigen al lector estar despierto ante cada palabra: un libro que se presenta a modo de texto (textum: tejido, en latín), a modo de entramado que nosotros, como lectores, vamos construyendo, en función de lo que el autor nos propone. Acaso las experiencias artísticas más notables en este aspecto hayan sido las vanguardias, ya que abrieron el juego al lector o espectador, invitándolo a liberarse de las ataduras de la conciencia, mediante el juego de las asociaciones libres. El surrealismo es la vanguardia que más experimentó con el inconsciente y la libertad, pensemos en las pinturas de Salvador Dalí, por ejemplo. En literatura, la propuesta más radical, respecto de la participación del lector fue la novela Rayuela, de Julio Cortázar.
Veamos qué importancia le atribuyen al lector, algunos autores:
CARLOS FUENTES (escritor mexicano): “Cada lector crea su libro, traduciendo el acto finito de escribir en el acto infinito de leer”
ALEJANDRA PIZARNIK (poeta argentina):
Si me preguntan para quién escribo, me preguntan por el destinatario de mis poemas. La pregunta garantiza, tácitamente, la existencia del personaje.
De modo que somos tres: yo; el poema; el destinatario. Este triángulo en acusativo precisa un pequeño examen.
Cuando termino un poema, no lo he terminado. En verdad lo abandono, y el poema ya no es mío o, más exactamente, el poema existe apenas.
A partir de ese momento el triángulo ideal depende del destinador o lector. Únicamente el lector puede terminar el poema inacabado, rescatar sus múltiples sentidos, agregarle otros nuevos. Terminar equivale aquí a dar vida nuevamente, a re – crear.


¿Por qué escribir literatura?
Julio Cortázar

(…) Siempre he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar por la ventana. En Europa continué escribiendo cuentos de tipo estetizante y muy imaginativos, prácticamente todos de tema fantástico. Sin darme cuenta, empecé a tratar temas que se separaron de ese primer momento de mi trabajo. En esos años escribí un cuento muy largo, quizá el más largo que he escrito, «El perseguidor» —del que hablaremos más en detalle llegado el momento—, que en sí mismo no tiene nada de fantástico pero en cambio tiene algo que se convertía en importante para mí: una presencia humana, un personaje de carne y hueso, un músico de jazz que sufre, sueña, lucha por expresarse y sucumbe aplastado por una fatalidad que lo persiguió toda su vida. (Los que lo han leído saben que estoy hablando de Charlie Parker, que en el cuento se llama Johnny Cárter.) Cuando terminé ese cuento y fui su primer lector, advertí que de alguna manera había salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra. Ahora el personaje se convertía en el centro de mi interés mientras que en los cuentos que había escrito en Buenos Aires los personajes estaban al servicio de lo fantástico como figuras para que lo fantástico pudiera irrumpir; aunque pudiera tener simpatía o cariño por determinados personajes de esos cuentos, era muy relativo: lo que verdaderamente me importaba era el mecanismo del cuento, sus elementos finalmente estéticos, su combinatoria literaria con todo lo que puede tener de hermoso, de maravilloso y de positivo. En la gran soledad en que vivía en París de golpe fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la figura de Johnny Cárter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos balbuceos, monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento.









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